¿Por qué Josef K. no se rebeló?

 No deberías prestar tanta atención a las opiniones. El texto es inmutable, y las opiniones generalmente expresan la desesperación de los comentadores.

Kafka, El Proceso

 

 

Para Ama-Gi

 

Hace bastante tiempo que quería escribir algo sobre Kafka. Planeaba hacerlo para alguno de sus aniversarios, la de su nacimiento, un 3 de julio, o su muerte, un 3 de junio. Sin embargo, la ocasión fue otra: la de una apasionada discusión en un club de lectura. Un grupo de lectura bastante singular, pues sus participantes siempre tienen cosas interesantes que decir. Seamos honestos, no es algo que se puede decir de todos los clubes de lectura.

Para la ocasión escribí el texto que viene a continuación, pero con otro título y sin los tres párrafos que vienen luego del inicial. Esos tres los redacté después de la reunión. Quería dejar asentado algunas ideas de los asistentes, las cuales además me parecieron más sugestivas que las que yo les había leído. En fin, para eso son las charlas de los grupos de lectura.

 

El texto al que alude el sacerdote con el que Josef K. conversa en la catedral, es el de la parábola del campesino ante la ley. Kafka dejó a sus lectores la interpretación de esa parábola, así como el resto de El Proceso, y yo quiero valerme de las palabras del sacerdote para recordar que cualquier interpretación que nosotros, lectores de Kafka, hagamos de su novela, así como de cualquiera de sus obras, sólo muestra nuestras preocupaciones y desesperaciones.

En El Proceso, Josef K. es la víctima de un proceso judicial del cual nunca sabemos cuál es el delito del que se le acusa, ni cuáles las leyes que rigen la causa iniciada contra él. No conocemos a sus jueces ni acusadores; no sabemos cuáles son los pasos previstos, ni los actos jurídicos que el acusado puede ejecutar para ejercer su defensa. De hecho, el acusado es culpable de antemano. Ni siquiera le queda el consuelo de ser culpable hasta que se demuestre lo contrario, lo cual, aunque resulte una abominación, al menos dejaría resquicio para la defensa y la absolución.

Dado que la novela está ambientada a principios del siglo veinte, el sistema legal al que podrían estar expuestos los personajes es el de la democracia liberal. Esto quiere decir que Josef K. debería haber sido tratado como inocente hasta que se demostrara lo contrario. Sin embargo, es tratado a la inversa: culpable sólo por ser humano, como se concluye de las palabras del sacerdote en la catedral.

Ahora bien, con independencia del sistema legal, totalitario, autoritario o liberal, ¿por qué no se rebela Josef K. ante el proceso que le es impuesto? ¿Por qué, aunque se sabe inocente, acepta las reglas absurdas del proceso? ¿Por qué participa de esas reglas, aunque a el mismo le parezcan absurdas? ¿Qué le lleva a aceptar el funcionamiento del proceso, y con él, el funcionamiento de todo el entramado de sus relaciones sociales? Sus familiares, sus jefes y subordinados, sus amantes, sus vecinos, su casera, todos participan con naturalidad del proceso que no es sólo el legal, sino el de la propia existencia. El funcionamiento del mundo de Josef K. como trama al servicio del proceso judicial. El resultado de la trama es una interminable pesadilla, el recurso que, como tantas veces se ha dicho, constituye lo kafkiano.

El Proceso ha sido leído como como una de las primeras novelas distópicas del siglo veinte, una anticipación acerca del poder totalitario. También como alegoría de la autoridad infalible y de la culpa y el castigo consustanciales al judaísmo y el cristianismo. Como una expresión de la atormentante relación con su padre, así como de la conflictiva relación que Kafka estableció con las mujeres y con el matrimonio. Creo que todas esas lecturas, y muchas otras que se hagan, son apropiadas, y a la vez no son excluyentes. Todas pueden ser ciertas, y ninguna la definitiva.

Lo que habría que evitar a toda costa es una interpretación en la que lo biográfico prive sobre cualquier otra consideración. Es una empresa vana la de buscar las claves de una obra -si es que puede existir algo como las “claves” de una obra- en la vida del autor, por más similitudes que puedan encontrarse entre ambas. Más vana aún, si dichas interpretaciones se afincan en lo psicológico; peor aún, si se intenta recurrir al psicoanálisis o ficciones similares. Incluso Kafka se dio cuenta de que lo dudoso de esa vía. “La psicología (…) del mundo interior apenas toca los límites. El mundo interior se puede vivir nada más, no describir. (… la psicología es…) la descripción de un reflejo como nos lo imaginamos nosotros”. (Kafka, tercer cuaderno en octava).

Kafka dejó El Proceso inconcluso. Para él fue una tortura el escribirla, tal como podemos leer en sus diarios. Sin embargo, esto no fue una particularidad de esta novela. Escribir para Kafka era liberador –“no tengo intereses literarios. Consisto de literatura, no soy nada más y no puedo ser nada más”, le escribió a Felice-, pero simultáneamente era un proceso agónico, dictado por sus estados de ánimo, por sus recurrentes depresiones, por la insatisfacción de no transmitir adecuadamente lo que tenía en mente, por sus enfermedades, por la inseguridad y por la duda. En vida sólo publicó algunos cuentos, pero sus novelas América, El Proceso y El Castillo quedaron sin terminar.

Kafka podía escribir una noche entera, y luego apenas escribir durante varios días. No podía vivir sin escribir; pero la escritura no era un acto disciplinado, al menos no con la disciplina del autor que se impone un horario y un objetivo diario, semanal o mensual hasta concluir la obra. El 29 de agosto de 1914, escribió en su diario: “El fin de un capítulo, fallido; otro capítulo, que comenzó brillantemente, no seré capaz de continuarlo tan bien, aunque a la vez, por la noche, ciertamente debería lograrlo. Pero no debo abandonar, estoy completamente solo.” Luego, el 1 de septiembre: “En completa impotencia apenas escribí dos páginas (…) mi antigua apatía no me ha dejado todavía (…)”. En tono similar, escribió el 13 de septiembre, y luego el 7 de octubre. Finalmente, el 6 de enero de 1915, “me siento casi incapaz de avanzar con El Proceso (…)”.

La primera edición de El Proceso, a cargo de Max Brod, su amigo y albacea literario, fue publicada en Berlín en 1925, un año después de la muerte de Kafka. A partir del manuscrito inconcluso, Brod colocó en orden los capítulos de acuerdo con lo que a su juicio era el hilo de la narración, así como conforme a sus recuerdos del orden que el propio Kafka les había dado en la lectura que hizo ante Brod.

Kafka escribió de una vez el primer capítulo, “Arresto”, así como el último, “El fin”, y luego los intermedios, pero sin indicar expresamente en qué orden fueron redactados ni en qué orden irían finalmente. Sin embargo, como señalé, eso fue producto de sus hábitos literarios. No debería buscarse ningún misterio en ello; no hay claves especiales para ordenarlos de una manera sustancialmente diferente a como lo hizo Max Brod.

Conocemos a Kafka fundamentalmente gracias a Brod, quien tuvo en sus manos la posibilidad de destruir las novelas y los relatos no publicados de Kafka, tal como éste se lo pidió. Es muy posible que en realidad Kafka no quería que se quemaran sus obras, puesto que él mismo en vida destruyó varios relatos y versiones de sus trabajos. Pero luego de muerto, Brod pudo efectivamente hacerlo, y, al contrario, fue infatigable en lograr la publicación de todas sus obras y en que obtuviera el reconocimiento que finalmente consiguió.

Sin embargo, Brod ciertamente fue reactivo a que críticos, editores y estudiosos tuvieran acceso al manuscrito original de El Proceso. Esto sólo se logró luego de que 12 años luego de la muerte de Brod, su heredera vendió el manuscrito original el cual fue comprado por los Archivos Alemanes de Literatura.  Según leemos en el prefacio de la edición en inglés, a cargo de Breon Mitchell, desde 1978 un equipo internacional de expertos en Kafka ha trabajado en ediciones críticas en alemán, que han sido publicadas por S. Fischer Verlag. Como producto de ese trabajo, en 1990 se publicó El Proceso, a cargo de Malcolm Pasley y en 1998 la traducción al inglés de Breon Mitchell, por Schocken Books, basada en el texto proveniente del manuscrito que poseía Brod, restaurado por Pasley.

Uno de los objetivos de la edición crítica de Fischer Verlag fue la de evaluar si se podía dar otro ordenamiento a los capítulos de El Proceso. Como resultado, se hicieron pequeños cambios en las divisiones de capítulos y secuencias internas de estos. En la tabla siguiente coloco el orden dado por Brod, y los ajustes hechos por Pasley. En español, utilicé la edición de Editorial Teorema, de 1983, de las Obras Completas, la cual refleja en buena parte la estructura planteada por Brod, así como la más reciente, de Titivillus:

 

Edición en español de Teorema (siguiendo a Brod)

Edición en español de Titivillus (siguiendo a Pasley) Edición en inglés de Schocken Books (siguiendo a Pasley)
 

I. Arresto de K.- Conversación con la señora Grubach; después con la señorita Bürstner

II. Primera citación por el proceso

 

 

III. En la sala vacía – El estudiante- Las secretarias

IV. La amiga de la señorita Bürstner [Cap. II Brod, 1925]

 

V. El verdugo [Según Brod, debía ser el Cap. II]

VI. El tío. Leni

 

VII. El abogado – El industrial – El pintor

 

VIII. Block, el comerciante – Rompimiento con el abogado

 

IX. En la catedral

 

X. El fin

 

Fragmentos

A casa de Elsa

Visita a la madre

El fiscal

La casa

La discusión con el vicedirector

 

 

I. La detención

 

 

II. Conversación con la señora Grubach; después con la señorita Bürstner

III. Primera citación judicial

 

IV. En la sala de sesiones –

El estudiante- Las oficinas del juzgado

V. El azotador

 

VI. El tío. Leni

 

VII. El abogado. El fabricante. El pintor

 

VIII. El comerciante Block. K renuncia al abogado

 

IX. En la catedral

 

X. El final

 

Fragmentos

La amiga de B

El fiscal

Hacia la casa de Elsa

Lucha con el subdirector

La casa

Visita a la madre

 

I. Arresto

 

 

II. Conversación con la señora Grubach; después con la señorita Bürstner

III. Interrogatorio inicial

 

IV. En la sala vacía – El estudiante – Las oficinistas

 

V. El flagelador [flogger]

 

VI. El tío. Leni

 

VII. El abogado. El fabricante. El pintor

 

VIII. Block, el comerciante. Despido del abogado.

 

IX. En la catedral.

 

X. El fin.

 

Fragmentos

La amiga de B

El fiscal

A casa de Elsa

Lucha con el vicepresidente

El edificio

Viaje a casa de su madre

 

Como se puede apreciar, no parece que los cambios introducidos por Pasley modifiquen sustancialmente la secuencia de lectura planteada por Brod. Por otra parte, en vida Kafka había publicado en la colección de cuentos Un médico rural (1916-1917) los relatos cortos “El sueño”, cuyo personaje principal es Josef K., así como la parábola del campesino ante la ley, titulada “Ante la ley”.

Creo que Kafka logró un efecto literario magnifico en la misma elección del título de la novela. La palabra alemana “Proceβ” tiene una cierta ambigüedad que el español recoge bien, aunque me parece que el inglés no tanto. Por ello los traductores ingleses se ven obligados a utilizar “trial”, juicio, puesto que “process”, aunque correcto en el contexto de la novela, y también de uso apropiado en inglés para referirse a un proceso legal, aun así, parece tener un campo semántico demasiado amplio.

Cuando decimos proceso en español, nos podemos referir a un juicio, a un procedimiento legal. Pero también, la palabra proceso transmite el sentido de conjunto de operaciones destinadas a lograr un objetivo, de una serie de pasos con una cierta finalidad. Y es en eso en lo que se ve envuelto Josef K. Más que un juicio, se enfrenta a una secuencia interminable, sin rostro humano, de acciones incontrolables que se han apoderado de su vida.

He propuesto que ni la obra de Kafka, ni la de ningún escritor, puede ser reducida a su biografía, por más elementos que puedan tener en común. La obra suele sobrepasar a la biografía. Una vida trágica, o una vida plácida, no construyen a un escritor. De una vida mediocre puede salir una escritura poderosa, y de una vida tormentosa una 1iteratura menor. Más bien habría que pensar en el artista como una persona hipersensible, hiper atenta a las experiencias, sean estas vivencias cotidianas o grandes épicas.

Kafka fue un individuo hipersensible hasta la obsesión. Creció con un padre rígido, hasta cruel, pero nada demasiado extraordinario para los estándares paternales de la época. Y así como esa crianza en ese hogar le sirvió como abrevadero literario, Kafka absorbió de la época y de la cultura alemana en la cual desarrolló su obra, otros dos elementos fundamentales que también nutrieron su literatura. Estos son el crecimiento de la burocracia centralizada, y el de las instituciones estatales y corporativas. Ambos elementos, acompañados del militarismo prusiano, posteriormente servirían de soporte al nazismo.

Simultáneamente, Kafka tenía profundas inquietudes religiosas, en particular en relación con la culpa, al papel de Dios en los asuntos humanos, y en el destino luego de la muerte. Y, además, se sentía roto por el conflicto entre la deseada vida en matrimonio y una insuperable aversión al mismo.

De modo que Kafka fue un autor obsesionado a la vez por las instituciones y su funcionamiento, incluyendo la institución familiar; por la culpa y su expiación, por su lugar en el mundo y su relación con Dios, por la aversión y a la vez fascinación por la autoridad, por la atracción y la repulsión hacia la mujer y el matrimonio. Todo ese material, convertido en trama literaria, es lo que podemos apreciar en El Proceso, resumidos en lo inalcanzable, lo ausente y lo interminable.

Estas categorías parecen definir la obra de Kafka, y son especialmente evidentes en El Proceso. Las autoridades, los jueces supremos, funcionarios inalcanzables que tienen un poder casi absoluto sobre el ayer inocente, hoy culpable de no sabemos qué crimen. Lo ausente, esa ley y esa escritura que nadie parece haber visto, y que sin embargo rige los actos de acusados y acusadores. Y el proceso interminable, infinito, cuyo dictamen ya ha sido dado, y que sin embargo no se detiene ni siquiera ante la condena del acusado. Según Max Brod, Kafka consideraba a la novela como interminable, pues el proceso continuaba al infinito.

Lo inalcanzable, lo ausente y lo interminable forman la materia de muchas pesadillas. Convertidos en trama literaria, estructura y forma narrativa, en uso de las palabras, dieron como resultado la novela que venimos comentando. Eso es lo realmente importante.

Se ha destacado el factor de lo absurdo en la obra de Kafka. Si por absurdo entendemos el hiperrealismo, es decir, la realidad llevada al extremo en su funcionamiento específico, pues absurdo calza bien con El Proceso: a poco que nos imaginemos al individuo y su debilidad enfrentado al funcionamiento de la maquinaria judicial o la del estado en general, nos sentiremos como Josef K.

Sin embargo, se exagera un poco el carácter sombrío, opresivo, de El Proceso. Hay mucho humor y mucha sátira en la novela. Así, por ejemplo, asistimos a la ruptura de las leyes de la lógica, en nombre de la lógica. Los funcionarios que arrestan a Josef K, y los que lo ejecutan, se comportan como actores cómicos. El primer interrogatorio es toda una representación, entre cómica y angustiante. Los ujieres, los mensajeros, incluso los funcionarios flagelados, se comportan como caracteres de comedia. Como expresó Mitchell, El Proceso comienza en farsa, y termina en tragedia; una tragedia no exenta de humor, me permito agregar.

Para Borges, los cuentos de Kafka superan a sus novelas. Tiendo a estar de acuerdo con él, aun concediendo que esa debilidad relativa sólo sea el resultado de que las novelas quedaron inconclusas. Sin embargo, cabe pensar en que hay una ventaja derivada de ello. Esta es la expresada por Max Brod en el prefacio a la segunda edición en alemán: El Proceso es un universo poético difícil, extraño, no completamente terminado.

 

 

Nota filosófica:

¿Por qué no se rebela Josef K. ante el proceso que le es impuesto? ¿Por qué, aunque se sabe inocente, acepta las reglas absurdas del proceso? ¿Por qué participa de esas reglas, aunque a el mismo le parezcan absurdas? ¿Qué le lleva a aceptar el funcionamiento del proceso, y con él, el funcionamiento de todo el entramado de sus relaciones sociales? Sus familiares, sus jefes y subordinados, sus amantes, sus vecinos, su casera, todos participan con naturalidad del proceso que no es sólo el legal, sino el de la propia existencia.

Todos los personajes aceptan como un hecho natural, o al menos inevitable, la realización del proceso. Contribuyen al mecanismo, al funcionamiento de las instituciones judiciales, aunque estas sean absurdas. Pero no por absurdas dejan de controlar la vida de K., y de todos los que caen bajo su ámbito. Aun más, todos, conscientemente o no, participan de la constitución de los hechos que conforman la trama en que se desenvuelven los personajes, Convencidos o no; con sus decisiones y sus omisiones.

Como en cualquier lugar, desde el inicio de la vida en sociedad.

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