Sí, (casi) todo vale

El estado de la opinión política opositora venezolana, respecto a los medios para conducir al país hacia la democracia, parece caracterizarse por dos opciones principales. Una de ellas, a la que denomino maximalista, plantea que sólo la intervención militar extranjera podrá desalojar al régimen del poder, y crear las condiciones para el restablecimiento democrático. La otra opinión, a la que podríamos denominar sólo-diálogo, considera que una intervención extranjera -o un golpe militar interno- sólo agravaría los problemas, por lo que la única alternativa es la de una negociación conducente a elecciones o a la salida del régimen y luego a elecciones.

La opinión maximalista rechaza el diálogo con el adversario, y lo considera una traición. Los maximalistas sólo aspiran a la victoria total sobre el adversario, sin concesiones en el camino. El grupo maximalista no es homogéneo, y está formado por políticos profesionales, opinadores y antiguos políticos devenidos en sólo opinadores. Es característico de los políticos que lo conforman la práctica de un cierto sectarismo según el cual son los únicos con visiones claras de lo que hay que hacer, lo cual de por sí no es prerrogativa de ellos -en general todos los partidos políticos son así-. Pero su sectarismo los ha llevado a practicar la división del campo opositor, sin la mayor preocupación al respecto.

A pesar de lo dicho, creo que tienen razón en que una intervención extranjera representa una oportunidad sólida de desalojar al régimen.

La opinión sólo-diálogo apoya la negociación, como la única ruta a la vista. Aceptarían las concesiones necesarias para lograr la institucionalidad democrática, así como la convivencia con el antiguo enemigo.  Tiende a ser más inclusiva que la maximalista, así como más tolerante respecto a la coexistencia con el adversario. Creo que tienen razón en tres asuntos: se requiere negociar, se requiere hacer concesiones, y se debe cohabitar con el antiguo adversario.

Creo que ambos grupos tienen razón en sus planteamientos principales. Y al mantener opiniones confrontadas, sólo expresan la misma miopía respecto a los aprendizajes de la historia.

Puesto que, si algo enseña la historia, es que los procesos sociales y políticos distan de ser unidimensionales y lineales. Es una constante que todas las opciones estén presentes, y el grupo que tenga más opciones a la mano, es el que tiene más probabilidades de ganar. A menos que queramos reescribir la historia conforme a nuestros deseos, esta está plena de eventos violentos acompañados casi simultáneamente de negociaciones y acuerdos que no dejan a todos totalmente satisfechos y a muchos con dolorosas heridas. Creer que sólo la guerra es lo que definirá la solución es creerse parte de una épica del horror, que suele castigar a los más débiles; y creer que sólo la negociación es posible, es ser víctima de la más profunda ingenuidad.

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